viernes, 9 de mayo de 2014

PEDALES DE ALCARAZ, de BIENSERVIDA al BALNEARIO DE TUS: Terapia de Grupo. (2 de 3)

Hacía tiempo que el sonido del despertador no me pillaba durmiendo por la mañana. Son las cosas de ir haciéndose mayor. Ese día dos de mayo en Bienservida volvió a ser así. Pero con el cuerpo y la mente descansados gracias al tratamiento del día anterior, no hizo falta ningún esfuerzo para ponerse en pie. Temprano tomamos el desayuno y preparamos las bicis para la segunda etapa de nuestra aventura. La reparación de emergencia de la tarde anterior en la bici de Andrés de momento, se mantiene. Ya veremos.

A la hora prevista salimos del pueblo por la CM-3205 que dejamos por la derecha muy pronto para continuar el ascenso por el camino que recorre el curso del río Turruchel hasta su nacimiento. Es este un tramo especialmente agradable. Siempre junto al río se va remontando la pendiente por el fondo del profundo y denso barranco al ritmo de la propia respiración y el sonido del agua.  Hacia el  km 5 se llega a un área recreativa y después hay que retomar la carretera un breve trecho para alcanzar el Puerto del Bellotar. Aquí parte la pista que asciende al mayor coloso de la sierra: el Pico de la Sarga, a 1769 metros de altitud.
Curva tras curva, la pista pronto toma altura asomándose de cuando en cuando a la vertiente sur mostrándonos un imponente paisaje dominado por la Peña del Cambrón y la Cuerda Pelada. Unas vistas que son el aperitivo de lo que arriba nos esperaba. Pero antes de poderlas disfrutar nos las íbamos a tener que ganar.
La pendiente es moderada y mantenida. Ya en el tramo del río el grupo se dividió, los más jóvenes, con el Presi infiltrado, por delante, los demás por detrás. A ritmo tranquilo (no nos quedaba otro remedio) avanzábamos hacia la cumbre restando metros a los más de 850 que había que remontar. La cosa no iba mal, pero sabíamos que iría a peor. Llegados a un punto, las cunetas del camino son de hormigón. Mal presagio. Y entre el kilómetro 10 y el 11 nos topamos con repechos realmente duros por lo empinado de la pendiente y lo pedregoso del terreno. Daban ganas de salirse a la cuneta buscando mejor agarre cuando llegó un tramo de pista hormigonada. Todos sabemos lo que eso significa: pendientes del 23% que a fuerza de chepazos y dando bandazos conseguimos superar. Una vez acabadas estas rampas alcanzamos una zona más llana, a 1600 metros. La vegetación ya ha desaparecido. A la izquierda, el Padrón y  a la derecha nuestro objetivo: La Sarga. Unos cuantos empujones más y nos plantamos arriba, donde nos esperaba el resto de los compañeros.
El espectáculo en la cumbre es sobrecogedor. En todas direcciones hay algo interesante de observar. Riópar y su valle al este. Villaverde y Siles. El Padrón y El Padroncillo, Las Almenaras, Los Calares del Mundo y de la Sima y el Cambrón a los alrededores. Más lejanos El Yelmo, La Sagra y las cumbres blancas de Sierra Nevada. Es el punto más elevado de la ruta y su inclusión, tras las dudas y debates iniciales, ha sido todo un acierto.
A la larga subida por pista le sigue esta vez un descenso por senderos de los que nunca se olvidan. Hasta las inmediaciones de Villaverde de Gaudalimar nos esperan 6,5 km de senda para descender, de una sola vez, 900 metros. Casi nada. La senda tiene dos tramos diferenciados. El inicio, hasta descender a la cota 1600, es una senda infernal que atraviesa la estepa rocosa con tramos realmente complicados al alcance exclusivamente de especialistas como Fran. Una vez que nos introducimos en la vegetación el suelo es más amigable y los tramos no ciclables (para los mortales) son ahora puntuales. Acaba la primera senda en el camino de los Picarazos y a unos trescientos metros aparece otra senda a derecha que termina en las inmediaciones del pueblo. Este es un tramo ya más transitado y rápido, aunque la piedra suelta, los tramos arenosos y rocosos unidos a la fuerte pendiente obligan a mantenerse en continua alerta para no llevarse un disgusto. La bajada en su conjunto es brutal. La enorme dificultad del tramo inicial supone tal tensión que el resto, aun siendo una senda con tramos realmente complicados, nos parezca un paseo. Ojo, que en realidad no lo es.
Entre unas cosas y otras, incluida una avería (otra más) de la cadena del Presi, llegamos a Villaverde a las 11:50 con verdadera necesidad de acallar un rugir de tripas que ya no se podía disimular. Al grupo de diez que partimos de Bienservida se nos unieron en el almuerzo cuatro compañeros más, Liebres-Fuera Pistas, que habían salido desde Riópar esa mañana para unirse al grupo. Ahora sí estábamos todos: trece apellidos Liebres y uno vasco, el del vitoriano Carlos Merino que sin pensárselo dos veces se apuntó a esta aventura desde el primer día para revalidar su candidatura a ser Liebre de número. Y a buen seguro que  la terapia de grupo que nos esperaba sería efectiva y de las que dejan huella de verdad.
Empezamos con un almuerzo, a la hora en que comen los ingleses, digno del nivel de la ruta y de nuestro apetito. Otro par de huevos fritos (hubo quien se comió hasta tres), patatas y embutidos. Y unas ensaladas, que nos salvaron (al menos a mí) de repetir la indigestión de las migas del día anterior.
Reponemos agua en la fuente del pueblo y llaneamos un rato (tampoco demasiado) hasta cruzar la CM 3024 y adentrarnos en dirección a la parte suroeste del Calar del Mundo. El recorrido se compone ahora de una serie de caminos y pistas forestales que van ganando altura sin misericordia. Las cuestas y el sol hacen que se caliente algún radiador. Tras siete km de subidas, con un tramo especialmente duro a la altura de Cotillas, iniciamos un rápido descenso forestal por pista hasta llegar al pantano de Arroyofrío o Laguna de Cotillas, como también se conoce. Es este un lugar encantador y el único lugar fuera de poblado en el que encontramos gente ese día. Y es que realmente merece la pena. A mil metros de altura surge del suelo un manantial de agua, el Arroyo Frío, que se contiene en su nacimiento por una presa artificial dando como resultado este bucólico rincón en cuyas aguas cristalinas se reflejan el cielo y la tierra.
Recargamos agua ante la sospecha de que no habría otra oportunidad y volvemos al track. La salida desde la laguna es una senda que, como ya sabíamos, en sus primeros metros no se puede pedalear. Tras este primer tramo, la pendiente disminuye a tramos, pudiéndose remontar muchos tramos con un desgaste de fuerzas considerable. En el Collado de los Enebrales la cerrada senda se abre al llano de la Tinada del Lituero, cuyas ruinas tierras yermas nos hacen imaginar que alguna vez una familia tendría en aquel inhóspito lugar su morada y sustento. Qué distinto puede ser es ir de visita que vivir en un lugar. Como decía aquel paisano de un pequeño pueblo aragonés a un turista que, entusiasmado, hacía fotos a todo lo que se encontraba: “se nota que le está gustando mucho el pueblo, pero dentro de un rato, usted se va”.
Salimos por un camino tan abandonado o más que la propia tinada. Mirando hacia adelante, hay subida pero no parece exagerada. A medida que avanzamos no nos queda otro remedio que claudicar ante la ley de la gravedad. La gravedad de la dureza de los dos kilómetros siguientes. En un ascenso continuo, agónico y engañoso vamos mirando delante a y atrás buscando la mano que nos sujeta y nos dificulta avanzar. Pero superando las tentaciones de echar pie a tierra alcanzamos el antepenúltimo collado del día al que vamos llegando uno a uno con cara de agonía y felicidad.
La bajada hasta el camino que lleva a la Laguna de Bonache es corta y está atravesada de pinos talados, con lo que apenas la podemos disfrutar. Tomamos el camino a la izquierda para entrar a ver la laguna en un verde llano rodeado de crestas escarpadas. Breve parada y risas por el revolcón en la yerba que se dieron Marcos y su bici, y es que hasta al mejor escribano se le puede escapar un cuesco (humm… creo que estoy mezclando citas).
Despedaleamos lo pedaleado pare volver de la Laguna en dirección a Siles. Seguimos subiendo hasta un sitio que se llama la Caseta de la Viuda, lo que provoca la inesperada e inexplicable excitación y entusiasmo de algunos, e iniciamos un breve descenso hasta un camino vecinal JV-7011 por el que afrontaremos la penúltima subida del día, por un terreno que supone más dificultad de la que en realidad tiene, supongo que a causa de cansancio que se va acumulando y que vuelve a separar en grupo en dos.
Así llegamos, el grupo de atrás, a la Plaza de Toros de Pozo Romero, lugar elegido para detenernos a comer, siendo y las 15:45. Al grupo delantero no lo vimos y supusimos que habían decidido bajar a comer a Tus.
Supongo que por la presencia de agua y pastos se construiría en su momento el corral para el ganado de 2000 metros cuadrados al que se adosa un tentadero circular y corrales para encajonar las reses. Se trata de un interesantísimo lugar. Una construcción de piedra en seco rodeada de una pradera en la misma puerta de entrada a la llanura del Calar del Mundo. Un lugar ideal para detenerse a comer.
Lamentablemente allí tampoco había bar. Como tampoco estaba El Chato de Zapateros para sacar unas latas de su nevera. Así que comimos el bocadillo con desgana, Salva se echó la siesta y los demás descansamos un rato antes de continuar.
Salíamos de nuevo al camino atravesando el prado, esquivando las espinas de los cojines de monja para no pinchar, cuando suena el teléfono y contactamos con los demás, que habían parado cerca, pero en otro lugar. Avanzamos unos metros y pasamos un collado junto a la Peña Marranera. Ante nosotros se extiende un paisaje impresionante. Por la izquierda, el Calar del Mundo nos muestra las laderas que tendremos que surcar para llegar a nuestro destino. Delante de nosotros se abre, quinientos metros más abajo, el Estrecho del Diablo, el valle que el Río Tus lleva excavando milenios (si exagero me corriges, Andrés). Enfrente nos desafía el Calar de la Sima y el Pico Mentiras, reto que no tardaremos mucho en intentar. Ninguna descripción podría hacer justicia a la belleza del entorno así que miraré las fotos y no diré nada más.
Transitamos un rato por la Vereda de Siles, bajo el Puntal de la Escaleruela. Es una llanura ganadera de pastos hasta que el camino se cierra y una senda de casi cuatro kilómetros desciende colgada por las ásperas laderas del Calar. Nada más empezar hay que superar, a media ladera, un impresionante canchal de piedra que nos hace sentirnos insignificantes. Parece que de un momento a otro nos va a arrastrar un río de piedra que empieza a moverse buscando al otro río, el Tus, que brilla por el fondo del valle que se vemos por la derecha. Los tramos que siguen son de los de no perderle el ojo a la senda porque la caída que tenemos a la derecha es de las de no contarlas. Nos sobrevuelan los buitres pero se quedaron con las ganas. La senda en sí es magnífica, pero las vistas y el paisaje la superan; por lo que hasta los tramos imposibles se agradecen pues nos permiten parar, levantar la vista y volver a disfrutar.
Cruzando el Arroyo de Las Marinas la senda de la Escaleruela llega a su final. En dirección a la aldea de Lagunicas nos toca ir cuesta arriba, que ya apetece poco, la verdad, poco menos de un kilómetro. Desde allí dejamos la carreterilla y entramos a un camino lleno de alterones, como si se tratase de un Bike-Park. Me consta que algunos volaron y disfrutaron como niños tanto en esa bajada como en el tramo de senda final.
Asomamos al asfalto, para terminar, cerca del Camping de Tus. La cara del paisano que nos vio salir del monte como una aparición es digna de recordar. Los tres kilómetros finales, aun no sé si en subida o en bajada, nos condujeron a nuestra meta, el Hotel Balneario de Tus, donde nos esperaban las cervezas más frías y el sitio más acogedor, caliente y seductor de la zona: el autobús de las viu… digo la piscina termal del balneario, en el que Las Liebres nos guisamos a fuego lento durante un largo rato. Y me olvidaba: también nos esperaba Emi con su amiga Carolina, que se desplazaron allí para festejar el cumpleaños de su esposo y mi sobrino, Javi.
A lo largo de nuestra ruta nos han tratado bien en todas partes. Menos en una, en el Balneario de Tus, donde nos han tratado manera EXCEPCIONAL. Es de justicia resaltar la amabilidad del personal de la cafetería y de recepción. Las habitaciones muy correctas y la comida: todo un festival. Una cena variada, sabrosa y abundante. Un buffet libre para el desayuno en el que no faltó de nada. Y lo principal del restaurante el personal, que derrochando amabilidad, llegó incluso a adelantar el horario del desayuno para que pudiésemos salir por la mañana a la hora prevista. Y por si no fuese suficiente, el mejor alojamiento de todos ha sido además el más barato. ¿Se puede pedir más?

Tras la cena comentamos la ruta del día y decidimos no variar los planes para el día siguiente. Tras una breve velada en la terraza del hotel nos fuimos a descansar relajados y con cara de satisfacción. Nos esperaba una última etapa que daría mucho que hablar.
DATOS PRÁCTICOS:

EL TRACK AQUÍ:
Alojamientos:
Riópar: Hostal Los Bronces. Tfno 967435033.
Bienservida: Hotel Florida. Tfno 967395714.
Tus: Hotel Balnerario de tus. Tfno 967436817.
Transporte de equipajes: Taxi Emilio, Riópar. Tfno 627411444.
TODAS LAS FOTOS DE ANDRÉS, SALVA, FRAN Y MÍAS:


3 comentarios :

Unknown dijo...

increible es poco,que emvidia

ANDY dijo...

¡Joder, Juan Ramón!. He revivido la etapa y me he vuelto a emocionar "casi" como si la hubiese hecho de nuevo.

Paco el Liebre dijo...

Increible la etapa pero tambien el relato.Aún tengo la piel de punta.SALUDOS