domingo, 26 de octubre de 2014

Sierra de Moratalla: una de las grandes.


No recuerdo con exactitud cuantas veces se aplazó la ruta de turismo en Btt por la Sierra de Moratalla. Pero no me puedo olvidar de la cantidad de veces que rehice y recorté el track consciente de que aquello se iba de las manos con demasiada facilidad, y que los kilómetros recorridos sobre el terreno pesarían en las piernas mucho más que los que sin ningún esfuerzo dibuja el puntero del ratón sobre la pantalla del ordenador. La ruta que se hizo este sábado, lo confieso, es la decimocuarta versión de las que se estudiaron. No deja de ser algo meramente anecdótico, pero el dato da al menos una idea de las inmensas posibilidades que encierra para la bicicleta de montaña la sierra en la comarca del Noroeste de Murcia. Lástima que por allí no hay aun club que organice carreras y transite las sendas, porque el terreno y el paisaje son algo espectacular.
Tras el madrugón de rigor, llegamos al Camping La Puerta de Moratalla, donde nos dejaron aparcar los coches con la promesa de comer en su restaurante al terminar la ruta. A las 8:40 estamos ya pedaleando por la pista que asciende junto al río Alhárabe. El camino es ancho y el firme bueno, lo que permite disfrutar de las espectaculares vistas que nos brindan a la izquierda los Cenajos del Agua; imponentes paredes verticales que limitan por esta ventiente la Sierra de los Álamos.
Vadeamos por primera vez el río y en el km 8 dejamos la pista por la derecha para empezar a enlazar caminos, de esos cojonudamente malos, que tanto nos gustan a Las Liebres.
El río Alhárabe vuelve a cruzarse en nuestro camino, ahora con más agua. Pedro y yo nos atrevemos a cruzarlo y nos mojamos hasta media pantorrilla. El resto, más sensatos, encuentran el sitio por el que evitar el agua. Y sin cambiarnos de calcetines, seguimos, sube que te sube, superando cuestas y revueltas.
Llegamos al primero de los cortijos abandonados que veríamos ese día: el Cortijo de la Cueva de Roberto, desde el que se contempla una excelente panorámica del valle del río que acabamos de remontar. Según se gira después a izquierda se observa por la deracha la impresionante cingla que se acaba de remontar y sobre la cual continúa nuestro trayecto hasta llegar al Collado del los Lobos, donde, de momento, la subida parece terminar, pues el camino, o lo que a tramos queda de él, va descendiendo por la derecha de las tierras de cultivo abandonadas desde decenios, desde el cortijo de Hondares de Arriba al de Hondares de Abajo. Con el arroyo del mismo nombre entre ambos que también habrá que vadear hoy en más de una ocasión.
Como en este punto la ruta pasará por dos veces, no nos detenemos y retomamos la subida de inmediato. Nos espera el Collado Quintero para seguir en dirección al Puntal de la Atalaya, en la Sierra de la Muela de Moratalla, donde terminan, por fin, los 19 km de ascensión prácticamente continua que llevamos recorridos desde la salida.
Si la subida había sido exigente hasta el momento, por los continuos repechos y el estado del terreno, la bajada no lo es menos. Cortando las curvas de nivel por la línea de máxima pendiente, un erosionado camino lleva bicis y pilotos al máximo en un terreno peligroso hasta un collado en el que la pista gira a la derecha hacia el Cortijo de Bañador, pero que nosotros abandonamos por una senda que nos llevará al pie de la subida al Castillo de Benizar, que prometemos hacer otro día a pie. La senda tiene un principio agradable, dejándose hacer con facilidad hasta que se pasa otro collado y la situación se complica de nuevo, con un terreno ideal para partirse la crisma que alterna piedra suelta con portales en roca, lo que lo hace accesible a muy pocos. Uno de esos pocos es el compañero Fran, que se mantuvo sobre la bici todo el rato, salvo un par de portales de tamaño 3XL. Todo un espectáculo para quien lo pudo ver  bajar esos 700 metros con una pendiente media del 27%  por una senda totalmente destrozada por la lluvia y las motos. Merece la pena hacer la senda solo por ver cómo la disfruta Fran. Para evitar esta bajada se puede continuar la pista hasta el Cortijo del Bañador y volver después por el Castillo de Benizar tras una dura subida.
Con tanta faena amontonada, eran más de las once y estábamos sin almorzar. Pasamos rápido por la Fuente del Molino y el Rincón de las Cuevas, que también prometimos visitar a pie otro día con la familia, (yo ese cromo ya lo tengo, pero no me importará repetir). Y vamos desde Benizar hasta Otos por la carretera con un rugir de tripas que ninguno podía disimular. Y en el Bar-Tienda de Manuel paramos a comernos el bocata con las cervezas y los cafés que muy amablemente nos sirvieron.
Con la barriga llena, las cuestas de la Senda de la Valera fueron un suplicio para algunos. Cuando se asentó el polvo que levantó un quad circulando como por una ciudad sin ley, pudimos ver el empinado camino que lleva a una senda que hay que hacer a pie sin más remedio, algo con lo que ya contábamos. Lo que ninguno esperaba es que llegado al alto, y ya por terreno llano, la senda, que discurre por un pedregal, fuese impracticable para las bicis. Al menos para las ruedas de 26" y 29". Habría que probar con una 36" y no sé yo, no sé.
Tras otros 200 metros penando tomamos a derecha una pista decente. Pero no era lo que ese día íbamos buscando, así que a los pocos metros cogemos por la izquierda el viejo camino que se adentra en la desolación y el abandono camino del Cortijo de la Valera. Los pinos desaparecen y los chaparros se van clareando hasta que nada más quedan los yermos que rodean las majestuosas ruinas. Flanqueadas por un olmo de gran porte y vigiladas de cerca por una impresionante noguera, cuyo tronco abatido se aferra a las pocas raíces que le restan resistiéndose a sucumbir bajo azote del viento. El conjunto y el paraje, en esa llanura a más de 1200 metros de altura, son de una belleza sobrecogedora. Cuesta imaginar la dureza de la vida para aquellas personas que tuviesen allí su casa y su sustento. Hoy allí no queda nadie, no trabaja nadie, no transita nadie. Excepto un grupo de amigos que van a recorrer sobre sus bicis la senda que antaño hiciesen los paisanos del lugar y que nos llevará al Rincón de los Huertos en un recorrido agreste y duro pero en esta ocasión totalmente ciclable. Me atrevería a decir que hemos sido los primeros en rodar por allí en muchos años. Probablemente no recorría esa senda una bici desde que algún mozo acudió desde Bajil al baile que se celebraba después de la cosecha en el cortijo, con intención de echarse novia, montado en una de aquellas bicis negras con freno de varilla y alforjas que alumbraban el camino con la luz del foco y la dinamo. Merece la pena que el recorrido no se pierda. Es algo auténtico de verdad; posiblemente el mejor escenario para una concentración de galgas, de esas que están ahora de moda.
Dejamos a un lado la nostalgia y llegamos al Rincón de los Huertos, por esa, repito, magnífica senda. Tomamos el camino hacia Bajil, que no deja de picar hacia arriba. Un pequeño respiro tras pasar el Collado Blanco y de nuevo hacia arriba remontando la Cañada de Bajil. Una parada en la fuente para reponer agua y continuaremos hasta llegar a la carretera.
A los pocos metros de estar bajando, tomamos un camino a la izquierda que nos sumerge en un bosque especialmente singular: el Chaparral de Bajil. Un bosque que ocupa una planicie calcárea a más de 1300 metros de altura, en el que no hay un solo pino; todo son encinas y sabinas. Un precioso recorrido ondulante que será la cota más alta de la ruta (1378 m) que termina de nuevo en el Rincón de los Huertos, que ahora dejaremos atrás hasta llegar, por un terreno difícil a esas alturas, tanto en subida como en bajada, a la carretera de  Benizar, que dejaremos enseguida para adentrarnos en otro inmenso pedregal en busca de otro de los platos fuertes del día: la bajada del Poyato.
Desde la carretera al Cortijo de Hondares hay un desnivel de 200 metros, con cortado de casi 100 metros entre ambos. Cuando pasamos por el cortijo a la ida, la vuelta por aquel acantilado nos parecía algo imposible. Sin embargo una increíble senda desciende encajonada en la roca ofreciendo un verdadero espectáculo a quien se atreve a bajarla. Las vistas que se abren delante, con el cortijo de Hondares abajo, y todo el valle que desciende hasta La Puerta son irrepetibles. No importa tener que bajar 450 metros andando, (Fran andó bastante menos) porque el paisaje y el lugar lo compensan de sobra.
Llegado a un aprisco de ganado al abrigo del cortado, la senda se vuelve dócil y permite disfrutar un rato la bajada hasta el camino que nos llevará de vuelta a Hondares. Es ahora, bajando después de horas por donde antes habíamos subido, cuando apreciamos realmente la dureza del terreno que hemos recorrido. Pero el final se va acercando.
Un último repecho y empieza la senda que recorre el barranco y arroyo de Hondares. Hacemos la última parada obligada en la Cascada de Hondares y Poza de las Tortugas y empezamos el último, ahora sí, descenso por el conocido hasta los Baños de Somogil, que alterna senda, barranco y camino, donde no faltó otro vadeo del río, por un recorrido extraordinariamente roto y pedregoso de esos que tanto gustan a esta tropa.
Y así se llega a la pista que nos vio salir hacía ya casi siete horas. Algunos con tal paliza en el cuerpo que las suaves ondulaciones del final del camino se nos antojaron la última e infranqueable barrera que nos separaba de nuestro final destino: un cuarto de arroba de cerveza fresca y un plato lleno cualquier cosa que nos calmasen el apetito y la sed que infinita que traíamos.
Conseguimos acabar la ruta, yo que llegué el último, a las 15:34. La recepción del Camping la Puerta nos trató de maravilla y pudimos disfrutar de una reparadora ducha. Y ya vestidos y aseados como las personas normales, recibimos un trato exquisito en el restaurante del camping y disfrutamos una agradable comida en su terraza en una tarde de temperatura ideal.

Esta ruta se aparta quizás un poco de la tónica general de las salidas de Turismo Btt del Club, en las que los senderos son siempre protagonistas. Aun así hay cuatro sendas importantes, aunque solo una es ciclable para todo el mundo (entiéndase todo el mundo que tenga un mínimo de técnica). El protagonista principal es el paisaje y el recorrido en sí mismo. Pero que nadie espere de ella un cómodo paseo campestre porque el terreno es complicado y rebuscado, huyendo de los caminos trillados y buscando los pasos más difíciles que encierran los secretos mejor guardados de la Sierra.

Datos prácticos:
TRACK DE LA RUTA:

Distancia total 54.50 km
Ascensión acumulada 1600 m
Tiempo en movimiento 5:27
Tiempo total 6:54
Velocidad media 10 km/h.

TODAS LAS FOTOS:

5 comentarios :

50KM dijo...

Ruta de las buenas, de las mías. A bien seguro un gran día de bicicleta para ciclistas aventureros.

Anónimo dijo...

Una ruta estupenda , una crónica q lo describe a la perfección, una belleza paisajística para los sentidos, solo queda decir gracias muchas gracias una vez mas Juan Ramón por hacerlo posible planearlo todo al detalle y q egoistamente solo nos tengamos que dedicar a pedalear y o disfrutar.
Fdo.Chinchilla

Anónimo dijo...

Sin duda, un verdadero espectáculo para los sentidos y también para nuestras piernas y brazos. La crónica es la guinda del pastel.
Fran.

ANDY dijo...

Bueno, que decir de la ruta, solo que, pese al sufrido esfuerzo que se desprende de la lectura de la crónica, siento haberme perdido el pedaleo por esos agrestes lugares, con esa selecta compañía.

Enhorabuena! con un grupo así de "echaos p´alante" merecen la pena los esfuerzos, los madrugones y la quema incontrolada de bono-bicis familiares de nuestra particular black card.

Ya veo que, por fín, alguien me ha tomado el relevo y ha hecho fotografías decentes, algunas de las cuales realmente buenas y representativas del paisaje y la ruta.

¡Nos vemos en la próxima!

JRChirlaque dijo...

Bueno, ayer con las ganas de terminar omití mencionar a los autores de las fotos. Gracias a Fran y a Salva por el excelente material recogido y cedido para ilustrar esta entrada.