Esta es, posiblemente, una de las nocturnas más divertidas del repertorio. Y tampoco está exenta de cierta dureza. Primero hay que sudar un par de cuestas para llegar al sitio. Y una vez allí empieza la diversión por un laberinto de senderos de baja dificultad aptos para su disfrute nocturno.
Para salir hay que volver a remontar y se abandona el paraje por el ya famoso camino "cojonudamente malo" que tanto nos gusta.
Y para volver, el camino de la herrada hasta la casilla, terminando por la vía de servicio. Terreno suficiente para jugar a los trenes, que tanto gusta a las liebres.
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