sábado, 21 de febrero de 2015

A mal tiempo... buena ruta.

La mañana no podía empezar más incierta. Una fina lluvia nos empujaba a salir pedaleando desde Los Leones antes de que la cosa fuese a más. Por la vía de servicio el Sol recién aparecido asomaba donde acababan las nubes y alguien pronosticó que apenas se moviera el viento limpiaría la lluvia. Entrando en la Vía Verde cesó la lluvia y nos dirigimos definitivamente hacia la nuestro destino: la Sierra del Fraile.
Sin apenas esforzarnos y en menos de una hora y media estábamos cruzando bajo la autovía de Alicante agachando el lomo, unos más que otros, por el paso de una rambla lleno de salicornios.
Dejando a derecha una cantera, nos vamos arrimando al pie de la Sierra por caminos, cada vez más rotos y arenosos, hasta llegar a la casa del primo villenero (perdón, villenense) de Shrek, a quien no quisimos incordiar, por lo que nos metimos en la rambla que conecta por la derecha con las sendas del pie de la Sierra. El terreno húmedo y arenoso de la rambla no permite avanzar con facilidad, exigiendo fuerza y equilibrio, justo lo que perdieron, uno tras otro, los dos José Antonios del grupo, cayendo uno tras otro y el uno sobre el otro, sin más consecuencias que las risas que nos echamos a costa de tan cómica situación.

Y así, tras muchos kilómetros de acercamiento ya estábamos en la primera gran senda  del recorrido, que discurre por la falda del monte en dirección a Biar abriéndose paso entre atochas y coscojas; primero en suave subida y terminando con tramos en bajada técnicos y muy divertidos. Una gran roca estrechando la senda da un serio revolcón a Paco. La bici no sufrió ningún daño, gracias a Dios, y nuestro compañero terminaría la ruta sin quejarse de sus magulladuras. Y es que Las Liebres son, como todo el mundo sabe, duras, muy duras de pelar.
Cruzamos la carretera que sube a las antenas de Peñarrubia y una urbanización fantasma tras la que reaparece la senda que lleva a la zona de escalada. Esta termina por descabalgarnos a todos de la bici en sus metros finales, pero no importa porque al acabar se  nos abre delante la senda, ancha, rápida y divertida que nos acerca otros cuantos kilómetros a Biar. 
Termina la bajada por unos cientos de metros de asfalto y una pista a derecha nos devuelve de nuevo al monte, cuando llega la hora de almorzar en un coqueto chalet con unas estupendas vistas de Biar, su castillo y su sierra.
Reanudamos ruta por una exigente senda en subida, con un corto tramo central de pateo, y los siete magníficos alcanzamos la pista que recorre la Sierra. Tras un debate previo, decidimos cambiar la ruta tomando rumbo al collado, acortando unos kilómetros ante la perspectiva, más que cierta, de una vuelta con fuerte viento en contra. La subida es tendida y muy agradable,  con magníficas vistas al valle del Vinalopó. Una vez arriba, empieza el festival de bajada; primero por la pista, muy rápida. Luego llegaría la Senda de Guti, rápida, rota y técnica a la vez, terminada la cual nos reagrupamos antes de ir en busca de la kilométrica Rambla de la Torre, removida por la lluvia aunque tan fantástica como siempre, con tramos muy exigentes de grava, al límite de lo ciclable, y sendas encajonadas que esquivan los profundos regueros. Por cierto que José Antonio, el Diablo, volvió a darse un revolcón,  otra vez sin consecuencias, aunque yo de ser él, volvería a graduarme la vista. 
En Sax buscamos la fuente en la que reponer líquidos y nos dirigimos a buscar el último tramo de diversión del día: la Senda del Tubo, que acaba cerca de Santa Eulalia.
Ya en los últimos tramos de senda empezaba a hacer mella el viento, fuerte y de cara. Y al iniciar la definitiva vuelta, el grupo pacta hacerlo repartiéndonos el trabajo haciendo la rueda, cual carreteros expertos. Aun así, se produjo algún corte antes del agrupamiento final al abrigo de la Casa Lámpara. Incluso tramos que estamos acostumbrados a bajar a todo trapo, como el Puerto de la Harina, hoy han supuesto un duro esfuerzo contra el viento. 
Los últimos once kilómetros, contra un fuerte viento en contra, se han hecho interminables, pero con paciencia y esfuerzo todo llega, y antes de la una y media estábamos tomando asiento (y algo más) en El Pasito. Tras una fantástica ruta de 82 kilómetros de diversión y sufrimiento a los que el fuerte viento ha puesto un tinte épico.  

3 comentarios :

Diego dijo...

Cuando he visto como se levantaba el viento en el transcurso de la mañana, me he acordado mucho de vosotros. La vuelta por el camino de Sax con viento de cara, después de una ruta de larga distancia, siempre ha hecho estragos.

Anónimo dijo...

Lo de ayer fue una ruta innovidable por varios aspectos que algunos no olvidaremos nunca. El mío no fue por los trompazos que me di sino por llevar orgulloso mi nueva equipaciones de los liebres

JRChirlaque dijo...

Y habrás podido comprobar, José Antonio, que la equipación de los Liebres es como el Red Bull, que te da alas.