sábado, 5 de diciembre de 2015

Preparados para las fiestas.

Las fiestas y los excesos suelen venir de la mano. Las comilonas presiden por norma las celebraciones. Que ha nacido otro nene: a celebrarlo comiendo. Que el nene comulga, otra vez a comer. Que se casa, venga otra vez de comer y beber. Que no nacen más nenes: se come por el niñico. Que vienen las vacaciones: en vez de comer, se cena, que en julio hace mucho calor. Que bajan a Concha la del Cerro, una olla de pelotas para celebrarlo. Que esta tarde la vuelven a subir: ¿nos hacemos unos gazpachos?
A consecuencia de lo anterior, el español medio, acabadas las fiestas de apunta al gimnasio. La báscula, implacable, le remuerde la conciencia y el tío cachas con el vientre duro y brillante como la coraza de un romano de la semana santa te seduce desde el folleto publicitario y, zas, te haces la matrícula, que de eso se mantienen los gimnasios. Lo normal es que el milagro que nos prometían nunca se realizará, y el par, o la media docena, de kilos ganados en las fiestas se queden con nosotros para siempre jamás.
Lo anterior cuenta para la gente normal. Pero Las Liebres, como casi todos los ciclistas, no somos gente "normal". Nosotros nos adelantamos a las fiestas y llegamos a la mesa con la faena hecha y la ventaja tomada. La comilona festiva no remuerde nuestras conciencias. Al contrario, es el premio al esfuerzo de una ruta y la recuperación de las calorías derrochadas esta mañana o ayer. El premio a las horas de pedaleo es comer y beber lo que nos apetece con la tranquilidad de saber que nos lo merecemos y lo hemos ganado.
En vísperas de las Fiestas de la Virgen, para podernos atiborrar de gachasmigas y pelotas, hemos preparado una ruta de larga distancia rodadora y ratonera a la vez. Largos tramos de enlace fácil para llegar a la Senda del Tubo, en Sax, donde me separé del grupo para volvernos a reunir en Salinas, en la Meca de los Ciclistas de las comarcas del Altiplano y del Vinalopó, que sucumben sin remedio a los cantos de las sirenas que sirven el almuerzo en el Bar del Parque Municipal.
Yo, tras reponer las fuerzas, he puesto rumbo hacia el camino de Sax para volver a Yecla en compañía de Manolo. Para la cuarta salida desde el accidente, iba a ser demasiado, pero ya no tenía remedio. Malditas Sirenas. El resto del grupo siguió el track del día, que para eso está. Más sendas, por la Rambla de Garrincho y la Centenera con las interesantes variaciones propuestas por Toni, gran conocedor de los terrenos pinoseros.
A la vuelta, junto todo el grupo de nuevo, hemos puesto la guinda a esta jornada preparativa de las fiestas, con sus 88 kilómetros de diversión y esfuerzo sobre ruedas gordas.
A quien tenga intención de invitar a comer a alguno de los Liebres con los que esta mañana he tenido el gusto de coincidir, incluidos los de ruedas finas que hemos encontrado en Salinas, le aconsejo que mejor le regale un traje. Le saldrá mucho más barato que llenarles el estómago, que yo ya los he visto comer y devoran los platos más rápido que los kilómetros.
Felices fiestas, cuidado con la pólvora y manteneos lejos del coñac.

1 comentario :

Diego dijo...

El bar del Paque de la Rana de Salinas, tiene un doble encanto para ciclistas, bikers y "pisapedales" en general que lo hace tan popular: ofrece buenos almuerzos y atractivas vistas. :)