domingo, 20 de noviembre de 2016

Fotos del fin de semana


Un destacable fin de semana este penúltimo de noviembre. La ruta del sábado resultó amena y concurrida, con un tiempo espectacular y la participación estelar de la recién descubierta promesa del Btt, Pedro, que compartió, y a buen seguro que disfrutó, la mañana con nosotros.

Poco se puede contar sobre la ruta del Pantano de Almansa que ya no sepamos. La ida y la vuelta, como siempre, yendo por los altos de Jódar y las Hoyuelas, y rodeando la recientemente vallada Casa de los Capitanes, por la derecha, con un, de momento, inevitable, cruzabancal y viniendo por el Sopaigón y Botas, bastante más entretenido que hacerlo por Belén.
En esta ocasión almorzamos junto al embarcadero, nuevo, aprovechando las mesas y los bancos de una de las áreas de recreo construidas hace poco. Y aprovechando esta nueva infraestructura de ocio organizada alrededor del pantano, lo rodeamos esta vez, sin cruzar por la presa, por una senda que bordea la orilla sur, hasta el puente que cruza la escasa agua que en estos momentos tiene el embalse.
Y, como las ocasiones son para aprovecharlas, la reseca llanura agrietada que ocupa, por la sequía, lo que era la cola del pantano, se convirtió en improvisada tierra virgen por descubrir para el grupo de intrépidas liebres, que, siempre ávidas de nuevos recorridos y emociones, llegaron hasta donde el sentido común les aconsejó dar la vuelta en vez de cruzar el canal de agua y barro que parte el llano en dos.






La ruta del domingo fue, si duda, la más concurrida y esperada de la temporada. En un entorno idóneo y auténtico, la Villa el Romeral, con un tiempo excelente, celebramos las ya clásicas Gachasmigas del Club.
Desde primera hora los cocineros voluntarios y sus abnegados arrimaores se han encargado de poner en marcha sartenes y parrillas en la era de la casa, y a las diez en punto estaba todo dispuesto. El más que demostrado buen apetito de Las Liebres y sus acompañantes ha dado buena cuenta del banquete preparado, sobrando lo justo para que los perros de la casa  también pudiesen disfrutar de la fiesta. Siguió la sobremesa y la animada charla, en la que apenas se habló de bicicletas, hasta que cada uno se fue a su casa a echar la siesta del borrego, que de todos es sabido dura desde después de almorzar a la hora de comer; pues las barrigas llenas, de más, no aconsejan ejercicio físico violento hasta pasado un tiempo prudencial.

Ha sido especialmente grato el reencuento con los que menos ocasión tenemos de ver y hemos echado de menos a demasiados compañeros que, por distintos motivos, no han podido venir. Solo queda agradecer a Manolo y María, nuestros anfitriones este año, por el buen rato que nos han hecho pasar,





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